martes, 11 de mayo de 2010

Una jiribilla más sobre la violencia

Gracias a nuestro Amigo Jaime Rey por dejarnos poner en este blog su contribución:

Por Jaime E. Rey

De columnista en el San Bernadino Sun, en el Sur de California, me llama el líder de la principal pandilla, o ganga como allá se les llama, de la ciudad para invitarme a presenciar la batalla (rumble) del año.

En los 80´s el área era la más violenta en el país, deporte favorito era balear a quienes se atrevían a salir a la calle de noche.

El peligro de ver un sangriento combate entre jóvenes violentos era grande pero más grande era mi persecución de las más candentes noticias y asistí.

La batalla fue brutal, ruidosa y prolongada. Se escenificó a corta distancia de dos delegaciones policíacas, alcancé a ver una patrulla circular a toda velocidad por una de las calles aledañas al campo de batalla.

Increíblemente nadie hizo nada para frenar la violenta locura. Al final cada quien cargo sus heridos y la vida siguió como si nada.

Escribí mi exclusiva con lágrimas en los ojos. Conocía al líder porque él me buscaba considerándome “la única voz de la raza”. El joven me impresionaba por ser un líder nato de aguda inteligencia y pensé:

¿Qué razón tiene todo esto? ¿Por qué jóvenes de inmensa promesa se hieren o matan en protección de un pequeño pedazo de tierra, o de lo que sea? ¿Y, porqué invitarme a ver este macabro espectáculo?

La respuesta llegó la mañana siguiente. Se me invitó a una comida con los líderes de ambos bandos. Seducido por lo increíble de la invitación acudí a la cita, otra vez sin fotógrafo, solo como me ordenaron.

“Usted pregunta porque tenemos miles de pandilleros en la región que cometen barbaridades sin que nadie encuentre solución. Es usted tan ingenuo como los demás”, me dijeron.

“No se busca solución porque los pinches políticos y burócratas se mueren de hambre si nos aplacamos. Por cada uno de nosotros parece que hay dos pendejos, según ellos rehabilitándonos.

“Vienen con una pelota de basquet para, según ellos, que nos divirtamos sin pensar en el crimen, se alejan un par de meses y regresan con más babosadas.

“Cobran caro, tienen buenos beneficios y nosotros no tenemos nada. Las escuelas nos hacen ineficientes y por eso y porque no les gusta como nos vestimos no nos emplean. Prefieren ocupar ´chuntaros´ (indocumentados) porque trabajan barato. Esos pobres cabrones están peor, los robamos y no se pueden quejar con nadie.

“Beneficiamos a demasiados. Hasta usted. Cuando no tiene de que escribir viene al barrio y, ¡SAZ!, columna automática. Debería mocharse con nosotros, le hemos dado sus mejores trabajos. Usted y los demás nos necesitan.

“No quieren acabarnos aunque nos teman. Temen más que nos acabemos. No somos problema, somos una bendición para un sistema de gente peor que nosotros,”

Innegable lo dicho por esos jóvenes talentosos que la sociedad desprecia e ignora. Esa innegable logia es por la que la violencia no se termina ni aminora. Calderón declaró una guerra al narco por conveniencia pero en realidad no enseña ganas de ganarla.

No se ataca las fuentes de ingreso del narcotráfico porque de ella viven miles de soldados y agentes policíacos de dos países.

Que los gringos son muy honestos y efectivos, no lo crea. Son igual que nosotros pero más discretos. Se acaba el narcotráfico, se desbarata la DEA y se corre a los agentes de otras dependencias federales.

Son demasiados los que ganan mucho por voltear para el otro lado. ¿Como puede creer Calderón que va a terminar con la violencia si los principales criminales son sus empleados?

No es un secreto que el Chapo Guzmán y los demás cárteles están infiltrados en toda dependencia federal y estatal. Ellos saben más de todo movimiento que Calderón.

Recuerdo un jefe de policía en Hermosillo quien a media noche se presentaba en pijama a decomisar drogas. Le decían el tercer ojo porque sin titubear se iba con los camarógrafos de la televisión directo a las maletas en el tren o cajas en camión donde estaba escondida la droga.

En esos tiempos había dos grupos, el uno y el dos, y cada uno llamaba con datos precisos cuando el contrario pasaría droga por Hillo. El jefe se lucía de lo lindo posando para la televisión.

Los paleros en los medios se lucían presumiendo del mejor cuerpo policíaco del mundo. Jamás ha habido sobres de embute mas gordos.

Claro que el crimen paga. No le crea a quien lo niega. No se que pasó con el tercer ojo, pero pobre no acabó.


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